CÓMODO: UN SER DESPRECIABLE Y TIRÁNICO
Lucio Aurelio Cómodo Antonino (31 de agosto de 161 – 31 de diciembre de 192), comúnmente conocido como Cómodo, fue emperador del Imperio romano entre los años 177 y 192. Hijo de Marco Aurelio y de Faustina la Menor, nació en Lanuvium y fue el último miembro de la dinastía Antonina.
El nombre dado aquí es el oficial que recibió a su ascenso al trono;
para ver las formas anteriores y posteriores véase el apartado Cambios de nombre.
Cómodo fue el primer emperador que sucedía en el trono a su padre desde el reinado de Tito. El joven hijo de Marco Aurelio fue también el primer emperador «nacido para la púrpura»
(símbolo de realeza romana), ya que era el primero que, en el momento
de nacer, ya era considerado un heredero oficial al trono (su padre por
entonces ya había ascendido al trono).
Juventud y ascenso al poder (161–180)
Infancia
Cómodo nació con el nombre de Lucio Aurelio Cómodo en Lanuvium, cerca de Roma. Era hijo del emperador reinante Marco Aurelio. Su hermano mayor, Tito Aurelio Fulvo Antonino, murió en el año 165. El 12 de octubre de 166 se le otorgó el título de César junto a su hermano Marco Annio Vero,
que murió tres años después al no lograr recuperarse de una operación.
La muerte de Vero dejó a Cómodo como el único hijo biológico
superviviente de Marco Aurelio.
Marco Aurelio, preocupado por los fallecimientos de todos sus hijos
mayores, encomendó a Cómodo a los cuidados de su médico, el célebre Galeno, que lo trató de diversas enfermedades. Cómodo recibió una educación privilegiada de manos de lo que Marco Aurelio llamaba «una abundancia de buenos maestros».
De estas palabras de Aurelio se deduce que el enfoque de la educación
de Cómodo fue intelectual, probablemente a expensas de la formación
militar.
Adolescencia
Se sabe que en el año 172 Cómodo formó parte del estado mayor de su padre en Carnuntum, base militar de Marco Aurelio durante las Guerras Marcomanas. Fue probablemente allí donde, el 15 de octubre de 172, Cómodo recibió en presencia del ejército el título de Germanicus tras la victoria de su padre sobre los pueblos germanos.
Que se otorgara este título a Cómodo sugiere que el joven heredero
estuvo presente durante las batallas finales del conflicto desempeñando
un papel importante en ellas. El 20 de enero de 175, Cómodo ingresó en el Colegio de Pontífices, punto de partida de su carrera pública.
En abril de 175, el gobernador de la provincia de Siria, Avidio Casio, se declaró a sí mismo emperador tras la llegada a Oriente de rumores que proclamaban la muerte de Aurelio. Tras ser aceptado como emperador por las provincias de Siria, Palestina y Egipto,
Casio continuó con su rebelión a pesar de que los rumores de la muerte
del emperador eran falsos. Durante los preparativos de la campaña contra Casio, Cómodo asumió la toga virilis en el frente del Danubio el 7 de julio de 175, entrando de manera oficial en la edad adulta. Sin embargo, la campaña contra Casio nunca se llevó a cabo debido a que el general rebelde fue asesinado por uno de sus centuriones antes de que los ejércitos imperiales pudieran iniciar la marcha.
Posteriormente, Cómodo acompañó a su padre en su largo viaje por las
provincias orientales, durante el cual visitó la bella ciudad de Antioquía. El emperador y su hijo también viajaron a Atenas, donde fueron iniciados en los misterios eleusinos. La gira por las provincias rebeldes fue un éxito y el emperador regresó a su capital en otoño de 177.
Además, el nuevo emperador se hizo adorar como la encarnación de
Hércules y Mitra –lo que se denominó locura cesárea–, convencido de ser
representación de aquellos personajes mitológicos, incluso adoptó el divinizado
titulo de Hércules Romanus. Sin embargo, el pueblo –más crítico y desconfiado–
refiriéndose a temas mucho más terrenales, señalaba al Emperador como el fruto
deleznable de los amores de la emperatriz Faustina y un gladiador.
Una
de las hipótesis que se establecen es el posible asesinato de Marco Aurelio por
parte de Cómodo, aunque no existen pruebas contundentes de este hecho. Por el
contrario, un acto comprobado era la violación de sus hermanas, que no pudo
concretar en el caso de su madre. Sin embargo, pronto encontró la manera de
acercarse a esa posibilidad, rebautizando a una de sus concubinas –que tenía
cierto parecido con su madre– con el nombre de su progenitora, de manera que
cada vez que la poseía, se hacía la idea de que estaba con su madre. Sí se sabe
fehacientemente, por el contrario, que mató directamente a su hermana Sucilla y
a una de sus esposas, Cripisca.
Cómodo era un hombre sin complejos disfrutaba luchar con los gladiadores sin
tener el final destinado a estos guerreros. En este sentido, el emperador
siempre salía victorioso porque obligaba a sus contrincantes a emplear espadas
de madera mientras que él bajaba a la arena pertrechado de todo el arsenal de
espadas de verdad, mazos rotundos y demás armas de muerte, acabando con gran
parte de ellos. Más de 700 veces bajó el Emperador a la arena a ejercitarse en
estas luchas, aunque en otras ocasiones su crueldad llegaba aún más lejos y
superaba todo lo conocido. Al respecto, en una de sus encarnaciones de Hércules,
abusando de una gran preparación física –extraordinaria ya que mataba animales
salvajes y torturaba esclavos– y blandiendo la famosa maza del héroe griego,
aporreó hasta la muerte a cientos de lisiados que se arrastraban por las calles
de Roma (adelantándose a futuras limpiezas étnicas) de forma cruel y despiadada.
Incluso, solía ofrecer diariamente sacrificios en ofrenda a la diosa Isis, de la
que era un adorador ferviente.
Dejando de lado sus excentricidades y maldades, con respecto a las cuestiones
del gobierno del Imperio, Cómodo dispuso la venalidad de los cargos públicos
–que se condecía con su avaricia extrema que lo llevaba a arrancar hasta el
último céntimo de los bolsillos de sus gobernados–. Esta orden se enfrentaría
rápidamente con el Senado, que desde un principio la objetó. Desde este momento,
el nuevo emperador se granjearía a gran parte del poder del Imperio y de amplias
capas de la población y del Ejército. No obstante, este poder procedía del
terror que emanaban sus decisiones caprichosas e inesperadas, incluso, en los
momentos de su máximo poder, un Senado sumiso llegó a declararlo como «el más
noble y más glorioso de los príncipes». Cabria agregar que su vida estuvo
marcada por el escándalo y la perversión que exteriorizaba públicamente en sus
orgías, durante las cuales gozaba utilizando constantemente un vocabulario soez
de manera torrencial, con el ánimo de que desagradara a los que tenía cerca.
Dotado de una personalidad ególatra y enfermiza, Cómodo estaba convencido que la
posteridad agradecería poder conocer su paso por el poder y por la Historia,
sirviendo de ejemplo para las generaciones futuras (quienes desearían imitarlo
absolutamente en todos y cada uno de sus actos). Es por eso que ordenó, desde
los inicios de su gobierno, que dataran absolutamente todos sus actos por
escrito, resaltando sus propios hechos (incluidos los non sanctos). Estos actos
serian volcados en las Actas de Roma (una especie de gaceta oficial), sin
censurar ninguno de los actos innobles, de los que se autoproclamaba único
protagonista.
En
cierto sentido, no se ocupaba de todos los actos de gobierno, delegando la toma
de deceisiones (referidos a los negocios del Imperio entre otros) a Perennis,
quien era el verdadero gobernante. De esta forma, Perennis asumiendo todos los
deberes y obligaciones del Imperio, dejaba libre a Cómodo para dedicarse a los
placeres y a las maldades –generalmente unidos en este emperador–. Es necesario
destacar que estos pasatiempos imperiales salían muy caros a Roma, pues Cómodo
dilapidaba los tesoros del Imperio sin limites. A su vez, sus rarezas y
excentricidades parecían no tener fin tampoco: sentía una extraña debilidad por
las personas con nombres que recordaran a los animales. Así, un tal Onon (asno)
fue colmado de riquezas y nombrado Gran Sacerdote de Hércules, haciendo honor no
sólo al cuadrúpedo original sino también a la Naturaleza ( que le había regalado
un miembro viril que recordaba al de un asno de verdad). Este detalle le hizo
ser muy apreciado por el Emperador. Otras excentricidades eran las distracciones
“escatológicas” que practicaba, como la de sorprender a sus invitados con la
mezcla de sabrosísimos manjares y algo menos apetecibles excrementos y hasta
sangre menstrual, que los asistentes estaban obligados a deglutir sin
exteriorizar demasiado el asco correspondiente.
Las
esperanzas depositadas en este príncipe rubio y de una apolínea presencia pronto
se derrumbaron, hasta convertirse en un sentimiento de verdadero peligro para la
continuidad del Imperio, animando a sus enemigos a decidirse a “cortar por lo
sano”. El emperador se había recluido en el Palatino acompañado de 300
prostitutas y algunos pederastas, de manera que sus orgías no tuviesen fin en
sus dominios domésticos. Se dice que él mismo se imponía el trabajo inmenso de
poseer a todos ellos, posesiones sólo interrumpidas por el hastío y el derrumbe
físico del Emperador.
Progresivamente el fin de Cómodo y su reinado se iban configurando. Para
derrocar a Cómodo se unieron Marcia (concubina del emperador, que funciono como
directora del complot), Leto (prefecto) y Ecleto (el chambelán). De esta manera,
Marcia, intentó matar a Cómodo suministrándole un veneno que no resultó
suficiente para provocarle la muerte, lo que la llevó a solicitar la ayuda del
resto de los conspiradores.
En este sentido, y con el fin de humillarlo aún más en su ultima hora, utilizó a
Narciso, un esclavo –amante de Marcia– que demostraba una infidelidad humillante
para el pretendido Hércules redivivo. Narciso y el resto de los conjurados,
acabaron con la vida de Cómodo mediante el estrangulamiento y posterior asfixia
(utilizando para ello el propio colchón del emperador, al que aplastaron hasta
que exhaló). Dentro de sus ejecutores directos estaban el citado Narciso y uno
de aquellos amados gladiadores que Cómodo siempre mimó, aunque fuese para
posteriormente despedazarlos en el circo.
El mismo Senado que le aplaudió en sus desafueros, lo describiría posteriormente
como «más cruel que Domiciano y más impuro que Nerón». Sus restos serían
enterrados en el spolarium, la fosa común a donde iban a parar los cuerpos
destrozados de los gladiadores muertos en el circo.
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