
En
contra de la opinión general, Atila fue uno de los hombres más cultos de
su época. Esto se debió a que de muy joven fue enviado a Roma como
rehén amistoso. Esta era una costumbre muy extendida como forma de hacer
más sólida una alianza. Los países en conflicto enviaban a uno o varios
miembros de su aristocracia, para ser acogidos como “rehén amistoso” en
la corte del país rival.
Así fue como Atila aprendió un perfecto
latín, nociones de griego e incluso leyes y administración, lo cual le
fue muy útil, cuando años más tarde fuera proclamado rey de los hunos.
Fue entonces cuando conoció al joven romano Aecio, un rehén amistoso en
la corte del rey huno, Rugila. Esta amistad duró toda su vida, incluso
en los momentos en los que la vida quiso que se enfrentaran como
enemigos en el campo de batalla.
Gracias a su esmerada formación, cuando en el año 434 alcanza llega al poder, copia las instituciones y las leyes que había estudiado durante su estancia en Roma, consiguiendo así una “romanización” más completa de los por entonces llamados “bárbaros”. Este término se empleaba para designar a todo aquel que no era ciudadano romano y procedía de fuera del imperio. Como hemos visto, no daba por hecho rudeza o ignorancia en el individuo.
Pertenecían
a la raza mongólica, procedían de las estepas de Asia y
llevaban una vida nómada. Estas tribus, que en un
principio habían estado sometidas a unos príncipes del
Asia central, constituyeron más tarde un gran imperio que se
extendía desde el Cáucaso hasta el Elba.
Parece ser que al
verse empujados por la expansión china, los hunos se retiraron
hacia el Oeste y cayeron sobre los alanos y demás pueblos
godos, los cuales, a su vez, huyeron hacia el Oeste. Un
historiador antiguo los describe así: "Los hunos son de baja
estatura, anchos de hombros, robustos los miembros y grande la
cabeza.
Viven como animales. Se alimentan de raíces, plantas
silvestres y de carne que maceran entre sus muslos y el lomo
de sus caballos. Una túnica de lino o de pieles de rata es su
vestidura, que no se quitan hasta que se les pudre sobre el
cuerpo. Se diría que están clavados sobre sus feos pero
resistentes caballos. Son crueles y feroces."
El caudillo de los hunos fue un
guerrero legendario que vivió a mediados del siglo V,
llamado Atila. De él se cuenta que se
dirigió hacia Occidente y atravesó el Rin al frente de medio
millón de guerreros, mientras los pueblos huían ante él
aterrorizados. Sin hallar apenas resistencia, llegó a Orleans,
donde el "magister militum" Aecio, en unión del rey visigodo
Teodorico, habían reunido bajo su mando a las legiones galo
romanas, a los visigodos, burgundios y francos.

La muerte le sorprendió
cuando intentaba realizar un nuevo ataque contra Bizancio
(453). No es cierto que Atila fuera una bestia salvaje ni
tampoco el "azote de Dios", ni que donde pisaba su
caballo no volvía a crecer la hierba. Tales
apelativos le fueron aplicados por el pánico que producían sus
avances.
La capital de su imperio fue Panonia (cerca de la
moderna Tokai). En esta ciudad se desplegaba tanto lujo y
magnificencia como en Roma, Constantinopla y Ravena.

ATILA, EL AZOTE DE DIOS!...
"Son
compactos y de constitución fuerte, de cuello ancho y repugnantemente feos, como
bestias de dos piernas." Así describió un historiador romano del siglo IV a los
hunos, quienes irrumpieron desde sus estepas asiáticas para tomar un enorme
territorio al norte del río Danubio. La amenaza que estos invasores
representaron para los romanos fue inicialmente contenida con pagos anuales de
oro.


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